Leyendo uno de los blogs sobre derecho de familia, que siempre reviso, me encontré con este post, bastante interesante, sobre los daños que muchas veces sufren los niños en medio de un proceso de divorcio.
El uso de los niños en medio de un proceso de divorcio, de separación, es más común de lo que pensamos. Vemos cómo son utilizados por uno u otro padre para lograr un objetivo X. Es lo que se llama “uso perverso de los niños”, según he aprendido.
En el medio de la disputa se encuentran esos menores de edad, desprotegidos, y muchas veces pasa por desapercibido (quiero pensar esto) a las autoridades que están llamados a proteger a esos menores de edad, y se convierten en cómplices de ese padre o madre y contribuyen a empeorar la situación y causar más daño que bien a los menores de edad utilizados en las disputas.
Termina ese post (y termino yo también con este párrafo) diciendo lo siguiente: “Los niños siempre estarán molestos cuando sus padres se separan. Su mundo se ha movido. Pero las madres y los padres pueden hacerlo más fácil para los niño si no riñen o discuten frente a ellos o critican al otro padre cuando los niños estén cerca. Pueden hacerlo al no forzar a los niños a tomar un lado u otro, al no distorsionar sus percepciones del progenitor que se fue de la casa o impedirle la oportunidad de construir una relación con ellos. En lo que concierne a los niños, ese padre es —o era— la mitad de su mundo.”