Tenía pensando hace varios días sobre lo que escribiría sobre papá en este día. La verdad que se me cruzan muchos pensamientos, recuerdos, tristes y alegres.
La relación con mi papá ha variado mucho, desde pequeña hasta ahora. Creo que como todo en la vida, con sus altas y sus bajas y viceversa.
Crecí con unos padres totalmente dedicados a la política, o sea que mi niñez me la pasé prácticamente entre señoras (muy buenas) de servicio y tías. Aunque sí mis padres estaban siempre pendiente de nosotros (mi hermano y yo).
También sé que fui una niña muy esperada y que mi papá estaba muy feliz por mi llegada. Eso me hace sentir muy bien y querida.
Sí recuerdo que en Santiago (viví allá los primeros 7 años de mi vida) mi papá me llevaba al colegio todas las mañanas. Me compraba gofio casi todos los días. Ibamos a un play (creo que cerca del Monumento) a ver jugar pelota, también jugábamos pelota en mi casa (que tenía un patio enorme) y mi papá nos ponía a jugar juegos con nuestros amigos y amigas: la lata y el escondido.
Luego al venir a la capital, pues el tiempo que pasábamos en familia fue disminuyendo, porque papá ya iba adquiriendo mayores responsabilidades y compromisos en la política. Era Senador y la casa vivía llena de personas siempre.
Ya cuando fue Presidente (1982-1986) pues ahí si cambiaron mucho las cosas. Sin embargo, la costumbre de almorzar juntos siempre la mantuvimos. Eso sí lo recuerdo.
Mi papá me apoyaba muchísimo. Era débil conmigo. Y yo me aprovechaba de esa “debilidad” para conseguir lo que quería, jajajajaja. Como hacen todos los niños y las niñas.
Pero mi papá no es ni fue un papá de abrazos ni besos ni ven a añonarte. Me costó mucho entender eso, porque me hacía falta. Pero he entendido (a través del tiempo y de mi propia experiencia como madre) que él también fue criado de esa forma. Que eso es lo que él sabe y que tiene otras formas de expresar el cariño y el amor que me tiene.
Luego me entró una etapa de rebeldía. Con todo lo que mi papá y nosotros como familia pasamos (la ida a Atlanta, nuestro regreso al país, su encarcelamiento, el descrédito) pues me hizo sentir mucho pique contra él. Me preguntaba: Por qué tengo yo que pasar por esto? Para qué este hombre se metió a la política? Por qué? y por qué? Como adolescente en ese momento no entendía todo lo que estaba pasando.
Sin embargo, en medio de todas esas cosas, admiraba a mi papá por la forma tan digna que enfrentaba las situaciones. Cuando nos decía: el poder es como la sombra que pasa (para que no se nos fuera el poder a la cabeza). Cuando ibamos a regresar al país desde Atlanta y sabíamos que lo iban a encarcelar nos dijo: Tienen que ser fuertes. Vamos a pasar por momentos muy duros, pero al final el tiempo nos dará la razón.
Lloro al recordar todas estas cosas. Me duele muchísimo.
Pero al mismo tiempo me siento agradecida de haber nacido en la familia que nací. No tengo los padres perfectos o los padres que yo hubiera querido tener. Pero he aprendido a aceptarlos y a quererlos como son, con sus virtudes y sus defectos. Gracias a ellos hoy soy la persona que soy.
Gracias a Dios que en los últimos años tuve una relación tan chula con mi mamá, que su partida imprevista y a destiempo, aunque muy dolorosa, no me ha dejado con remordimientos.
Con mi papá estoy sanando conmigo misma y con él todas estas cosas que hemos pasado. Entendiendo que tanto él como mi mamá lo han hecho lo mejor posible. Y agradecida de que a esta altura de nuestras vidas podemos vernos con cariño, con amor y me encanta verlo en su papá de abuelo, derretido por las nietas pero al mismo tiempo queriendo imponer sus reglas de papá estricto! Pero qué va…. no puede con esos abrazos y besitos que le dan esas nietas, que gracias a Dios, tanto mi mamá que pudo disfrutar de ellas, como lo está haciendo mi papá y como yo también disfruto esos momentos.
Felicidades papá.