Alina Mera. Mi segunda madre.

Te acabas de ir Tia Alina. Qué dolor! Yo lo presentí hoy.

Me vienen tantos recuerdos a mi mente. Desde los 7 años de mi vida estuviste permanentemente conmigo. Aunque en los últimos años no te veía con tanta frecuencia, las pocas veces que nos veíamos o hablábamos, estaba siempre tu sonrisa, tu cariño. Yo te decía: Alina Mera! y tú me decías: Presente!
Recuerdo desde que comenzaste a llevarme a los viajes tuyos a Constanza (que yo iba mareando a todo el mundo cantando sin cesar una canción de la doña que vendía verduras, algo así), a Palmar de Ocoa -casi todos los fines de semana. A la frontera. A Europa! Puerto Rico, Nueva York, La Romana. Santiago, a dormir en la casa de abuelito en esa cama grande y alta que nos poníamos las dos. Me pusiste a trabajar en Sabina. Me enseñabas sobre los muebles, la decoración (que no se me pegó mucho, pero tu sabes como soy yo), conocer cuándo una mecedora es de buena calidad, las mejores telas, me llevaste a la ginecóloga por primera vez (donde la Dra. Tamara Frankenbergh), me llevabas al cine casi todos los domingos a las 5pm con tu amiga Cuquín y alguna amiga mía. Me vestías, me aguantabas mis malcriadezas. Me llevaste a ver Lo que el viento se llevó y muchísimas películas que nos gustaban. Leíamos la revista Hola juntas. Me enseñaste a jugar Scrabble y a llenar crucigramas. Por tí me encantan las flores del sol. Me enseñaste sobre el amor. Me hablaste de los novios. Me hablaste de los maridos. Me decías: te van a botar!! jajajaja cuando yo te saltaba con mis cosas. Me defendías con papá y mamá. Me añoñabas. Estabas conmigo en los tiempos difíciles. Me enseñaste a contar ovejitas cuando no podía dormir. Me enseñaste a rezar. Me enseñaste el Salmo 23 y cuando te decía que tenía miedo (cuando ibas a apagar la luz, a la hora de dormir) tu me decías: Si Dios está conmigo, quién contra mí. Nos dormíamos escuchando Cien Canciones y Un Millón de Recuerdos. Por tí también comencé a tocar guitarra. Uff… tia Alina. Me faltan páginas para llenarlas de recuerdos juntas.
Cuando te vi el sábado pasado, me dolió tanto verte así. Cuando te saludé me dijiste: “No me dejes ir. Cuídame.” Y comencé a llorar porque no podía hacer nada. Qué impotencia! Solamente comencé a orar y pedirle a Dios que te hiciera la partida menos traumática. No me gustó verte así, luchando por tu vida, ansiosa y como angustiada por no poder vivir.
No quise volver. No me sentía con el valor de verte así.
Pero hoy, sentí esa necesidad de verte, porque presentí que ya no te iba a volver a ver. Y fui donde ti. Te toqué, te pasé la mano por la cabeza, te besé, te di las gracias por cuidarme durante toda mi vida.
Tia Alina, ahora estás descansando. Estoy segura que estás con Papá Dios y con mamá. Ya tengo dos ángeles en el cielo cuidándome y a Isabel y a Elia también. Te quiero mucho.