Después de tres años de no tomar unas vacaciones para mí decidí tomarme una semana libre. No tenía pensado qué hacer y se me ocurrió preguntarle a mi amiga Anabelle si no había problemas en que fuera donde ella a Nueva York durante una semana. La respuesta inmediata fue: Claaaarrrrrooo!! Arranca para acá pero ya!.
En ese mismo momento me puse a averiguar de las tarifas, los horarios, etc. Decidí viajar en Jet Blue por los horarios, por el precio y porque estoy cansada del mal servicio (léase maltrato) de American Airlines.
Me fui el 23 de julio temprano en la mañana y regresé el 31 de julio también temprano en la mañana. No sé dónde leí o me dijeron dizque en las mañanas hay menos turbulencias, lo que quedó demostrado que no es tan cierta esa afirmación en el vuelo de regreso.
Llegué el 23 de julio a Nueva York. Tenía aproximadamente cuatro o cinco años que no visitaba esa ciudad.
Anabelle me esperó en el aeropuerto y nos fuimos a su apartamento en Washington Heights a dejar la maleta e irnos a pasear inmediatamente.
Washington Heights es, como me imagino que saben, “otra provincia de la República Dominicana” en el Estado de Nueva York. Parecía que no había salido de este país. Lo único que me dejaba ver que no estaba en este país pues fue que había luz todo el tiempo, gracias.
No me canso de decir lo bien que la pasé en esa ciudad. Sobre todo en compañía de mi amiga Anabelle y luego de sus amigas con quienes tuve la oportunidad de compartir también.
Anabelle me tenía una agenda preparada. Visité sitios que nunca había ido en Nueva York. Me dio mi mapita de trenes para que los días en que no pudiera estar conmigo, me pudiera desenvolver. (Me perdí en dos ocasiones, creo – pero nada grave, y como estaba de vacaciones, dispuesta a caminar, caminar, caminar, no me mortifiqué mucho).
Aquí no pudiera poner todo lo que hice, sentí, descansé,comí, porque llenaría muchísimas páginas. Pero estos fueron los sitios donde estuve, a parte de comer en restauranticos chulísimos y famosos que me llevó Anabelle: Times Square, Central Park (donde realicé mi ilusión de patinar en ese parque, por supuesto, con la respectiva caída), Upper West Side, Lincoln Center, Hunter College (sí, también fui a clases con Anabelle), Soho, Union Square, West Village, Essex Street Market (a comer pumpkin pancakes), Brooklyn (cruzamos a pie el puente Williamsburg Bridge), Washington Square Park, Midtown East Side, St. Patrick Cathedral, Rockefeller Center y hasta a un festival de comida koreana en Central Park (gracias a mi nueva amiga Rabeika).
Cuando cruzamos el puente Williamsburg nos perdimos, pero yo estaba feliz y sorprendida, porque ahí viven muchos judíos ortodoxos y sentí, cuando cruzamos el puente, que me había montado en la máquina del tiempo y me trasladé a otro mundo en otra época. Las mujeres vestidas con faldas largas y turbantes. Muy jóvenes y con mínimo dos hijos cada una. Y los hombres con sus chaquetas negras hasta la rodilla, el sombrero y los bucles a los lados. Los niños también con sus bucles. Una experiencia interesante también.
Vimos un espectáculo interactivo que se llama Fuerza Bruta, el cual recomiendo también.
Fuimos a cenar junto también a mi nueva amiga Betsy al restaurante Le Cirque, gracias a mi tía Nils, donde su amigo Marco Maccioni nos dio la bienvenida. Fue una noche súper agradable.
Por supuesto, no dejé de ir a las librerías, a los Starbucks, al cine y vimos Salt (la última de Angelina Jolie) – no nos gustó para nada. Para mí fue una combinación de los Angeles de Charlie y James Bond, “too much”. Y gracias a Dios arreglamos ese trauma con The kids are all right con las grandes actrices Annette Bening y Julianne Moore. EXCELENTE! la vería otra vez sin problemas y luego compartir un café para analizarla. Grandes enseñanzas sobre los conflictos familiares y la crianza de los hijos, a parte de otros aspectos más que pueden analizarse en la misma.
Y para completar todo esto, Anabelle es una gran fotógrafa. La camarita friquitaqui que llevé la dejé ahí mismo, en la maleta. Nunca vio la luz del sol. Anabelle me tomó fotos donde íbamos. Como decía ella: “mi fotógrafa personal”. Ya con eso, no necesitaba más nada.
Todo estas visitas, excepto la cena en Le Cirque, fueron en shors, t-shirts, chancletas, pelo lavado en casa y despeinado (mi verdadera yo). Uff… qué alivio todo eso.
Definitivamente Nueva York es la ciudad. Volvería sin pensarlo dos veces. Claro, mucho mejor si es en compañía de mis amigas Anabelle, Betsy, Rabeika y Cristina. Un palo. Gracias mujeres por hacerme pasar un tiempo tan agradable.