Salí del Tribunal de Niños, Niñas y Adolescentes del Distrito Nacional en el día de hoy cerca del mediodía. Cuando iba por uno de los elevados de la Avenida John F. Kennedy (que cruza la calle Ortega y Gasset) escucho de repetente el sonido temido: psssssssssssssssssssssssss. Bajo mi ventana para ver si era mi goma o si era el ruido de una construcción. Pensé (porque ese era mi deseo) que era el ruido de una construcción que hay por esos lados. Pero no. El temido ruido psssssssssssssssssssssssssss era de mi goma delantera izquierda que se estaba vaciando.
No lo podía creer. Nada más pensé en el taponazo que iba a armar. Pero calmadamente, prendí mis luces intermitentes y bajé y me paré en el murito, de forma que no interrumpiera ni el tránsito del elevado ni de la Kennedy.
Lo primero que hice fue llamar al chofer de mi papá para que me rescatara y me ayudara a cambiar la goma. Pero inmediatamente vino un motorista y se ofreció a ayudarme. Gracias a Dios!
Cambiamos la goma (porque ayudé en el proceso 🙂 y luego me fui a la bomba más cercana a echar aire a la goma de repuesto y ahí mismo había un gomero.
El trauma mayor, puedo decir con honestidad, fue enfrentar mi otro mayor temor: el baúl de mi carro, el cual está lleno de TODO. Literalmente. Tesis, periódicos, papeles, libros, zapatos, hasta un cepillo de diente había, libretas, lentes, toga, corbata, diario, fotos, es decir, todo. Podía fácilmente haber hecho un bazar con lo que había ahí.
Me puse a sacar TODO (porque no se podía entrar la goma de repuesto por el peso que tenía) con el joven que ayuda al gomero y entrar todo eso, luego de botar par de cosas.
En el baja y sube de cosas, me habían cambiado la goma, que por cierto no fue pinchada, sino que el “pichuete” se rompió.
Uff… finalmente se arregló todo y la vida continuó.
Lecciones: Sí, limpiar mi baúl. Pero la más importante es que en este país, aunque estemos como estemos, siempre aparecen personas dispuestas a ayudar.
Si hubiera sido en otro país (desarrollado) que esto me hubiera pasado estoy casi segura que nadie se hubiera parado a ayudar, sino que hubiera tenido que llamar esas agencias de socorro de vehículos.
Esas son de los pequeños detalles que todavía me gustan de mi país: La solidaridad.