Motivada por una invitación que me hiciera el Departamento de Igualdad de Género del Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes para hablar sobre la importancia de la mujer en la política y pensando en cómo quería abordar el tema, me puse a pensar en mi propio proceso con la política y es lo que quiero compartir.

Muchas veces cuando se menciona la palabra “política”, la gente frunce el ceño, tuerce la boca, porque la relaciona con cosas negativas.

Yo también torcía la cara y daba la vuelta. No me interesaba.

Crecí en una familia política. Con unos padres, un papá y una mamá políticos, partidarios, que se dedicaron en cuerpo y alma a la política.

Y por eso, quizás por la falta que pudieron hacerme, que pudieron no, que me hicieron, en mi niñez, en mi adolescencia, rechacé la política y la asimilé como “mala”. “Eso no es bueno”. “Eso no me gusta”. “No quiero eso para mí”.

Por supuesto también que la experiencia de ser hija de un Presidente, de vivir bajo ciertas medidas estrictas (no quisiera pensar cómo es el asunto en esta época), de que “no podía hacer lo que yo quisiera”, “no podía hablar lo que yo quería”, porque cualquier cosa podía interpretarse o achacarse a mi familia. A parte de que mi papá al salir de la presidencia, fue perseguido políticamente, apresado, y claro, vivimos momentos súper desagradables, dolorosos, que no quisiera que nadie viviera, y por supuesto con esos antecedentes, para mi la palabra política era una “mala palabra.”

Esa era mi actitud y por muchos años lo fue.  Ahora bien… ¿qué pasó en mi vida que pude lograr entender que la política no es mala, ni que el partidismo tampoco es malo?

No sé si decir que la política es una actividad humana, aunque también está definida como una ciencia… pero me quedo con una definición que leí y me acordé de mi papá que casi siempre me decía que cuando fuera a hablar o investigar sobre algo buscara en el diccionario la definición como punto de arranque. No la busqué en el diccionario Larousse que era el que usábamos y que siempre estaba en su mesa de lectura, sino que la busqué en Google, y entre tantas definiciones me quedé con esta:

“La palabra política viene del latín polīticus, y este del griego antiguo πολιτικός politikós, masculino de πολιτική politikḗ, que significa “de, para o relacionado con los ciudadanos”.

Me gusta esa definición porque me recuerda una frase conocida que dice: todo es política.

Y sí, porque todo lo que ocurre afecta de una manera u otra o está relacionado con los ciudadanos y ciudadanas de un país.

¿Y cuándo comencé a cambiar mi percepción sobre la política?

Ocurrió, sin yo saberlo, que estaba en ese proceso.  En ese momento se estaba discutiendo la reforma de la Constitución del 2010. Pienso que era quizás el año 2009… se hablaba de un artículo de la Constitución era el 39 o 37 en ese momento, y se refería al Derecho a la Vida. Que si la vida se protegía desde la concepción y cómo esa redacción podía impactar la despenalización del aborto.

Cuando leía en los periódicos el debate, veía los argumentos, veía también el impacto que eso podía tener en mi vida y en la de mis hijas y estaban convocando a una manifestación desde la UASD hasta el Congreso, decidí, atento a mi, claro, ya yo era una vieja con dos hijas, pero siempre crecí con el ten cuidado con lo que dices o haces porque no soy yo sola, soy mi familia entera también. Pero en ese momento, sólo pensé en mi y en mis hijas y decidí ir.  Accionar.
Yo no sabía quién iba y me fui sola. Con miedo… era algo desconocido para mí. Quizás se lo mencioné a mi papá (creo que mi mamá había muerto), no recuerdo, quizás lo dije o no para no mortificarlo, pero decidí ir. Y claro, ahí me encontré mucha gente amigos y amigas conocidas que estaban por lo mismo que yo.

Ese puedo decir, que fue mi primer acto político sin yo saberlo. Fue un acto político porque decidí accionar frente a una situación que estaba relacionada o que impactaba con mi vida.

Es decir, que la política no es mala. La política es buena y la política es necesaria en una democracia… la fortalece. Y ojalá que todas las personas, jóvenes sobre todo , se involucraran, porque son situaciones que pasan en nuestro país que nos impactan o pueden impactar de alguna manera.

A parte de que ese momento marcó un antes y un después en mi vida, también hice mi vida partidaria desde pequeña, pero no la hacía quizás muy consciente, sino animada por mis padres y participé en mítines, caminatas, reuniones, políticas/partidarias.

Pero igualmente, ya adulta con el tiempo, ese rechazo que también fui anidando se fue desbaratando. Porque entendí también que los partidos políticos no son “malos”. Al contrario, son buenos, porque permiten organizar y estructurar un espacio con personas que se juntan con un mismo fin. Y la unión hace la fuerza.

Con el paso de los años, la experiencia vivida, pues definitivamente que me gusta la política y es necesario que las mujeres participemos en la política. Es la forma que tenemos para visibilizarnos, expresarnos, hacernos escuchar, asumir posiciones y defender lo que creemos. Y por supuesto seguiré en la política .