El aborto y la ley. Artículo de Salvador Jorge Blanco.

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Recuerdo que vivía en Atlanta la primera vez que escuché un debate sobre el aborto, creo que era el año 1988.  El tema estaba activo por alguna razón y aparecían las posiciones y protestas tanto de los grupos Pro-Choice y los Pro-Life.  Yo era una adolescente, no estaba en esos temas, pero sí recuerdo haber pensado lo siguiente: “Oye, si a mi me violan y quedo embarazada ¿cómo me pueden obligar a tener ese hijo?, eso es imposible.” En mi casa recuerdo que no me pelearon sino que respetaron y hasta apoyaron mi posición.  Desconocía que mi papá se hubiera referido a ese tema en algún momento en su vida.

El pasado 10 de diciembre, quise acudir a la protesta organizada por varias organizaciones de la sociedad civil y por el Colegio Médico Dominicano frente al Congreso Nacional, apoyando las observaciones que hizo el Poder Ejecutivo al proyecto de Código Penal.

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Hace un par de años (cuando vivía en Atlanta desconocía lo que voy a escribir), revisando algunos libros que había escrito mi papá, Salvador Jorge Blanco, encontré (y hoy lo volví a leer) en su libro Temas para la Prensa (recopilación de ensayos escritos por él entre 1970 y 1981), un articulo titulado: “El Aborto y la Ley”, y dice en su último párrafo:

“Estamos plenamente convencidos de que nuestra legislación sobre aborto debe ser objeto de modificaciones en el sentido de que todas las veces que la concepción sea obra de la violencia o del engaño, el aborto debe ser permitido a la madre, creando en ese sentido una reglamentación para practicarlo con la autorización de las autoridades públicas.  ¿Por qué? Es lesivo a la madre y a la futura criatura una concepción obra del engaño y de la violencia produciendo estigmas que jamás se borrarán.  En esas circunstancias el aborto debe ser legalizado.  Esto es lo que se ha hecho en muchos países de América y de Europa.  Es una legalización del aborto condicionada a la prueba de que la concepción es obra de la violencia.”

Cuando leí ese artículo me llené de emoción, que mi papá, un hombre de creencias católicas, apostólicas y romanas, practicante, en los años setenta, hubiera escrito un artículo de esa naturaleza.  Mi papá era un hombre que respetaba los derechos humanos.  Era un luchador incansable de los derechos humanos y este artículo lo confirma.  Estoy segura que hoy estuviera muy orgulloso de mí, de que estoy no sólo siguiendo sus lecciones humana, sino también luchando por ellas.  Eres grande papá. Te quiero y te extraño.