Maison Des Enfants de Dieu

Maison Des Enfants de Dieu

Hace unos meses había invitado al país a mi amiga Fabiana Quaini, abogada especialista en Derecho de Familia en Argentina, con gran experiencia en asuntos internacionales.  Sabía que Fabiana iba a menudo a Haití, por eso le dije, oye, cuando vayas a Haití tienes que venir para este lado y visitarme, y así conozcas mi país también.  Fabiana tenía pendiente un viaje a Haití para terminar unas adopciones y luego me dijo que se le complicaba ir venir a esta parte de la isla pues tenía que acompañar unos padres argentinos que iban a buscar sus hijos. Entonces me dijo que si quería ir con ella a Haití era bienvenida.

No lo pensé dos veces y le dije que sí, que claro, que iría con ella.  Y qué mejor oportunidad de conocer nuestro país vecino que con Fabiana en un proceso de derecho de familia que me gusta tanto también.

Estaba muy emocionada con mi viaje, pues a pesar de compartir la isla con Haití y estar tan cerca (a penas 36 minutos de vuelo del aeropuerto del Higüero hasta Puerto Príncipe), para mí era desconocido totalmente, excepto por lo que sale en las noticias.  Yo pensaba: “Haití, tan cerca y tan lejos”.

Vista desde el hotel

Vista desde el hotel

Llegué al Aeropuerto Toussaint Louverture el miércoles 5 de noviembre a eso de las 7.50a.m. (hora de Haití – tienen una hora menos que nosotros), y me esperaba uno de los padres argentinos y el chofer (Michel) que Fabiana utiliza cuando va a Haití. Desde que llegué, por sugerencia de una amiga, compré un modem o chip (no sé mucho de esos términos) cuando llegué al aeropuerto en Digicel para tener wifi todo el tiempo durante mi estadía.Clases de catequesis. Complexe Educatif Jesus Bon Pasteur.

Nos quedamos en un Hotel cerca del aeropuerto, es decir, en pleno Puerto Príncipe.  No en las montañas ni en los lugares más privilegiados. Fuimos  directamente al orfanato Maison Des Enfants de Dieu, que Fabiana quien es abogada y representante de Fondazione Senza Frontiere (http://www.senzafrontiere.com) tiene años tramitando adopciones con ese orfanato.

Maison des Enfants de DieuAhí ya me iba chocando un poco más la realidad.  Son niños y niñas (aproximadamente unos 70) que han sido abadonados por sus padres y madres.  Y viven ahí, con ayuda de la Fondazione y de otras ONG’s internacionales.  Los niños los mantienen limpios, bien cuidados y reciben comida tres veces al día (hay orfanatos, me decía Fabiana que apenas comen una vez al día).

Otro aspecto que me emocionó mucho fue ver en vivo el encuentro entre los padres adoptantes y sus hijos.  Fue impresionante.  Parecía que se estuvieran esperando toda la vida.  Y aunque no hablaban el mismo idioma, el amor y el cariño subsanaba cualquier cosa.  Otra prueba más de que el amor lo puede todo.

Tuve la oportunidad de ir con Fabiana (bueno, a todos lados fui con Fabiana) al Ministerio de Asuntos Sociales (que es donde se tramitan las adopciones allá, es como el Conani de aquí). Haití recientemente se adhirió al Convenio de La Haya de Adopciones y están cambiando todos los trámites (burocracia, burocracia, burocracia).

También fuimos a otro proyecto (orfanato – pero que no hacen adopciones) muy interesante, que está dirigido por monjas salesianas, con el apoyo de la cooperación internacional.  Ese orfanato parecíTap-Tapa un oasis en medio del desierto.  Tienen un proyecto avícola (600 gallinas ponedoras, que ponen un huevo diario, comen de esos huevos y el resto lo venden a la comunidad).  150 niñas (solo niñas) en su mayoría huérfanas viven ahí.  El proyecto (Complexe Educatif Jesus Bon Pasteur. Soeur Salesiennes de Don Bosco) tiene unos dos años funcionando.  Tiene buenas instalaciones, agua potable y energía solar.  Las niñas viven ahí y reciben clases.  Las edades de las niñas rondan entre 5 y 9 años en su mayoría, y otras entre 9 y 12 años.  Ahí sí me sentí que estaba en el Sur del país.  El sol era matador y el calor también.  Conversamos con las monjas, nos dieron un tour por todo el lugar, y nos brindaron un rico jugo de naranja y unas galletas.  Las religiosas son excelentes administradoras (siempre había escuchado eso y así me lo confirmó Fabiana) y llevan todo por el librito.

Mientras estuve allá supe que la electricidad es un problema (igual que aquí – se sorprendían cuando les decía que aquí se iba la luz también).  No tienen agua potable, hay llaves en varios lugares donde las personas pueden abastecerse de agua.  Mucha gente en la calle (me sorprendí que en Haití tiene una población de aproximadamente 10 millones de personas — para mí esto fue un shock porque el tamaño de Haití debe ser como un tercio del nuestro y tenemos la misma población).  Muchas mujeres vendiendo verduras, víveres, mercancía en las aceras. Las típicas guaguas Tap-Tap están por todas partes.  No hay muchas calles asfaltadas, o sea que había mucho polvo. Fuimos al supermercado (muy caro todo).  La temperatura sentí que era menos calurosa que aquí, aunque el sol estaba ardiente y sí claro sudé también, pero creo que aquí con la humedad se siente más.  Me acordó mucho el sur del país, sobre todo Elías Piña.

Las horas me pasaban muy lentas.  Cuando ya tenía un solo día allá, sentía que tenía dos o tres.  A las cinco de la tarde ya teníamos que volver al Hotel por el tema de la seguridad.  Siempre andábamos con el mismo chofer, quien por cierto tuvo el gesto amable de llevarnos a su casa para que la conociéramos.

En esos pocos días me sentía que estaba lejísimos de mi país.  No sé verdaderamente explicar cómo me sentí.  Tengo grabadas en mi memoria todas las imágenes, vivencias y ese sentir, que no logro definir bien, durante mi estadía.  Me preguntó una amiga: qué tal tu experiencia y le dije: interesante, buena y dura.