Hace aproximadamente 14 días fui contactada por un abogado del Estado de Virgina, Estados Unidos de Norteamérica para consultarme sobre un caso de divorcio “al vapor” que se había llevado a cabo hace muchos años en este país y uno de los ex-esposos estaba alegando que el divorcio no era válido. En ese primer contacto, el abogado me preguntó, primero ya había sido contactada por la parte contraria y segundo que le confirmara sobre mi disponibilidad para participar como “testigo experta” en un tribunal en los Estados Unidos donde se conocería la validez de la sentencia de divorcio que fue emitida por un tribunal dominicano.

Mi primera reacción fue de una gran emoción que me estuvieran contactando para ser testigo experta en un proceso legal en los Estados Unidos de Norteamérica y luego me sentí orgullosa y finalmente nerviosa. Pedí los documentos de lugar y me puse a investigar el caso en los tribunales de esta ciudad. Investigué y averigué y según todo lo encontrado el divorcio había sido llevado a cabo en fiel cumplimiento a la ley de divorcio 1306-bis y su modificación con la ley 142 que permite el divorcio de dominicanos y extranjeros no residentes en el país.

En poco tiempo busqué el expediente, traduje las piezas principales y me comencé a preparar con argumentos legales para defender la validez del mismo, sobre todo porque tuve conocimiento que iba asistir también otro colega dominicano a testificar que el divorcio no fue válido.

Me fui a los Estados Unidos. Conocí el abogado que me contactó y a mi cliente el mismo día que llegué, a prepararnos para lo que sería la audiencia y mi testimonio.

Al día siguiente nos trasladamos a la corte. El tribunal estaba localizado en un edificio donde se conocían casos civiles. Sin embargo, había edificios con tribunales de otras áreas, incluso para adolescentes en conflicto con la ley penal.

Mucha seguridad (estilo aeropuerto – pero sin quitarse los zapatos) para acceder al edificio.

Una jueza presidió la audiencia. Yo tuve que esperar todo el tiempo afuera porque por se testigo no podía estar presente en ningún testimonio ni escuchar ningún argumento hasta que yo terminara mi participación.

Pedí al asistencia de un intérprete judicial, porque aunque conozco muy bien el inglés (hablado, leído y escrito – gracias a mis papás que desde chiquitica me pusieron en clases) no quería correr el chance de que se me olvidara alguna palabra.

Mi primera participación fue en la mañana. Todo muy bien. Solamente necesité la asistencia del intérprete (un señor en la mañana y una señora en la tarde) en una sola ocasión.

En la tarde solicitaron de nuevo mi participación y ahí sí que pedí que la intérprete me asistiera, porque iba a tener que argumentar y puntualizar algunos aspectos y no quería cometer ningún error.

Esa segunda parte de mi testimonio fue más corta pero importante, porque aclaraba aspectos importantes.

Terminamos en la corte casi a las seis de la tarde.

La decisión no fue tomada en ese mismo momento – como se esperaba. La jueza dijo que tan pronto decidiera lo notificaba a las partes.

La verdad es que me encantó la experiencia. Y no me sentí para nada nerviosa. El ambiente de la sala del tribunal era de mucha sobriedad y respeto.

Estaba compuesto por la magistrada que presidía, la secretaria (que me tomó el juramento), una joven (que estaba atenta a la grabación de todo lo que se hablaba) y un policía (que me comentó que había visitado la República Dominicana).

Me sentía como que estaba en una película! y con una responsabilidad grandísima, porque me di cuenta que mi testimonio era básico.

Finalmente, el abogado y mi cliente quedaron muy satisfechos por mi participación.

Me siento súper contenta y agradecida por haber tenido esta experiencia. No todo el mundo (abogados/as) ha tenido esa experiencia. Fue un verdadero honor y siento que hice muy bien mi trabajo.