“Tug of war” o el juego de la soga

 

Cuando comencé a trabajar con temas relacionados con el derecho de familia, el primer caso que llegó a mis manos fue sobre una madre dominicana que estaba en proceso de divorcio en los Estados Unidos de su entonces esposo un ciudadano boliviano.

La señora en medio del proceso de divorcio y con una prohibición de la corte norteamericana de salir del Estado donde vivían, salió de dicho país con su hijo pequeño y se vino a la República Dominicana. La señora alegó violencia doméstica, entre otros asuntos, para excusar su violación o desobediencia a la sentencia de corte norteamericana. Luego del traslado ilícito de la madre, la corte otorgó la guarda del niño a su padre y ordenó el regreso del niño a los Estados Unidos de Norteamérica.

Solicité la homologación o el exequátur de la sentencia americana en el Tribunal de Niños, Niñas y Adolescentes del Distrito Nacional. En ese procedimiento de homologación o exequátur, no se argumenta el fondo de la demanda sino que el tribunal revisa si se llevaron a cabo algunos aspectos en el tribunal extranjero, como por ejemplo el respeto al debido proceso y al derecho de defensa.

El tribunal rechazó en primera instancia la homologación de la sentencia nortamericana. Apelé el caso y la Corte de Apelación de Niños, Niñas y Adolescentes revocó la sentencia, homologó la sentencia extranjera la cual adquirió fuerza ejecutoria como si hubiese sido dictada por un tribunal dominicano.

Ahí vino lo más difícil. Ejecutar esa sentencia. Que la madre entregara al niño y éste regresara con su padre hacia los Estados Unidos.

La ejecución fue un poco traumática, como generalmente ocurre en estos casos, porque hay una parte que no quiere entregar a su hijo o hija y otra parte que quiere que le entreguen a su hijo o hija.

Pero finalmente, el niño retornó a los Estados Unidos con su padre, la madre quedó aquí en el país, aunque creo que eventualmente regresó a dicho país para tratar de recuperar a su hijo o por lo menos tener contacto con él.

Recuerdo que la señora me decía en las audiencias: “Usted no parece una madre!” (porque entendía que debía identificarme con ella y apoyar su accionar). Lo que le dije (que tal vez no debí responder): “precisamente por ser una madre es que estoy haciendo esto”. Le quise decir que por ser madre precisamente no tenía derecho separar mis hijas de su padre.

Ese fue mi primer caso de sustracción internacional de menores. Luego de ahí llegaron algunos casos más, siempre cargados de emociones, tardanzas de los tribunales, tristezas, alegrías y en fin, todas las emociones juntas. Eventualmente seguiré contando estas anecdotas, que de verdad parecen de película.

Desde ese momento quedé “enganchada” con el tema de la sustracción internacional de niños por parte de uno de sus padres.

El término “tug of war” o el juego de la soga, como ustedes se imaginará, es el juego que con una soga cada quien va halando para su lado y el que cruce una línea gana. Se pone a prueba la fuerza de cada quien, la resistencia. Y ese término se relaciona con los casos de guarda cuando cada una de las partes mantiene firme su posición y no cede ni una pizca. La soga la relaciono con los niños y niñas envueltos en estos casos. Son los que están en el medio y cada uno de los padres halando para ver con quién se queda. Los padres se cansan (de tanto halar) pero los niños y las niñas son los y las que sufren los apretones y jalones.

Los/as invito a leer (via http://twitter.com/DivorceNews) un caso de sustracción internacional de un padre americano cuya ex-esposa japonesa se llevó sus hijos al Japón.