Tengo algunas semanas sintiéndome bastante rara. Luego del entierro de mi papá, me dije: “bueno, nada, a seguir la vida”. Y he tratado de retomar un poco la normalidad. Ya “todo” ha pasado, me dije. Volví a trabajar, se abrieron las clases de mis hijas, y en fin, volvieron los afanes de la vida en sentido general.

Mi humor no ha sido el mejor. El “tolerómetro” ha estado bajito en algunos o varios días. Y no entendía por qué. He tenido mis días que me he sentido bastante triste, hasta deprimida, diría yo. Me asusté, porque no quiero deprimirme. Por eso, entre otras cosas, volví a retomar mis caminatas mañaneras que me mantienen activa y con energía todo el día.

No entendía lo que me pasaba. Una amiga me dijo este lunes cuando le comenté cómo me estaba sintiendo:

-claro- me dijo -es normal, estás pasando por un duelo.-

Ahí entendí lo que me pasaba. Claro, me dije, es normal. Acabo de perder a mi papá (y mi mamá murió hace tres años) y es normal que me sienta así.Por más que quiera hacerme pasar como que mi vida sigue igual, no es así.

Papá y mamá no están físicamente pero sus cosas quedaron. Sus pertenencias, sus recuerdos, sus enseñanzas, quedaron. Y me duele. Yo sé que pasará o disminuirá la tristeza, el temor, la sensación de soledad.

Tengo mis días buenos y mis días no tan buenos. O como dicen unos amigos míos: Días buenos y días excelentes. Días buenos, cuando todo está bien. Días excelentes, cuando todo está mal, pero yo sigo en pie. Entonces, esto es el duelo? ufff…. no es fácil. Pero qué bueno saber lo que siento, aceptarlo y dejarlo ir cuando deba dejarlo ir.

Qué bueno saber que todo pasa.